El tiempo que me debo

Por Marian de #lasauroras

Una mujer me respondió hace unos días un mail que escribí sobre ir paso a paso. Me dijo que cuando tenía un rato para ella, lo usaba para mirar el celular o la tele.
Y yo pensé: claro. Claro que sí. Es más fácil perder el tiempo que ocuparlo para una misma.

Mirar el celu no compromete. Se suelta rápido si alguien pregunta. Es invisible.
No genera culpa.

Pero si ese mismo rato lo usamos para tejer, para escribir, para estar en silencio… parece que necesitamos justificarlo. Explicar. Defenderlo.

Porque el celular no “compite” con los mandatos. Pero el placer sí. El descanso, también.
Y ahí aparece esa otra trampa: si en lugar de tejer barrés, nadie te dice nada.
Es una tarea. Está permitida.
No molesta.
No interrumpe el deber ser.
No incomoda.

¿Y si nosotras mismas fuésemos la tarea pendiente?
¿Y si hacer una pausa no fuera un lujo sino un acto de responsabilidad?
¿Y si ese ratito fuera sagrado, aunque sean diez minutos?
¿Y si no nos tuviéramos que explicar?

Tejer, aunque sea un punto.
Escribir una línea.
Cerrar los ojos.
Sentir el cuerpo.
Recordar que existimos más allá de lo que hacemos para otres. Eso también es curarnos.
No desde el deber, sino desde el deseo.

Esta semana te invito a algo: a elegir un rato por día y comprometerte con vos misma. Como si fuera una cita. Con la misma entrega con la que estarías para un hije, una jefa, una amiga.

Seguimos trenzando,

#lasauroras

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