La primera vez que tejí sin pensar en nada más fue después de una tormenta.
No afuera: adentro. De esas que desordenan los días, los planes, las certezas.
Ahí me encontré con el hilo como quien se encuentra con un silencio tibio.
Y desde entonces, cada punto es un regreso. A mí. A nosotras. Al tiempo que merezco.
Pero nada de esto lo descubrí en ese momento. En esos primeros tiempos, conecté los hilos al silencio mental. Esto me permitió salir un poco de mi oscuridad. Pude ver algo tejido. En esos tiempos, lo único que quería era sentirme bien. Ese era mi horizonte. Era pequeño e inmenso, urgente y básico. Al mismo tiempo, era lento y extraordinario. Porque en esos tiempos de oscuridad lo ordinario, lo común, es estar mal.
Ni me planteaba que ese hacer fuera a se un comienzo, sinembargo lo fue. Desde el crochet aprendí en principio que podía conectar con el silencio mental y el bienestar que eso me producia. Eso. Listo.
A tejer. Y no paré.
Ese camino me trajo hasta acá, pero fue desde muchas herramientas que fui encontrando por el crochet. Es por ello que sé con certeza que tener tiempo propio no es algo que sepamos. EEs algo que descubrimos si alguien nos muestra el camino, desarma estructuras, deconstruye conceptos y derrumba mandatos.
Decimos «no tengo tiempo» como si se tratara de una verdad universal.
Como si vivir para otres fuera un destino único, no una elección que podemos cuestionar.
Es que no sabemos que hay minutos que nadie te da,
que se arrancan, se inventan, se defienden. Aunque sean tuyos simplemente porque es TU vida, es tuya, y cada minuto es tuyo.
El tejido, en mi vida y en la de tantas auroras que se sumaron a esta comunidad,
fue y es ese espacio secreto donde el tiempo deja de doler y empieza a latir distinto.
Donde el afuera deja de apurar y el adentro empieza a hablar.
No es solo una actividad: es una decisión diaria.
Un ritual donde cada punto es un acto de presencia.
Y si bien muchas empezamos solas —con una aguja, un ovillo y muchas dudas—
pronto entendimos que el tejido compartido es otra cosa.
Una potencia, un sostén.
Una constancia que no exige, pero acompaña.
Por eso nació el Club Las Auroras Crochet.
Porque lo que más falta no es la técnica: es el permiso.
Es la constancia hecha abrigo.
Es el círculo de mujeres que se espera, se escucha, se celebra.
Tejer en comunidad no es solo encontrarse en una clase.
Es saber que no estás sola en este intento de habitarte.
Que mientras vos tejés ese chal,
otra aurora del otro lado del país hace lo mismo,
con los mismos colores o con los suyos,
pero con la misma intención:
hacerse un rato para sí.
Hay días en los que la rutina arrasa. Los mails, los platos, los mandados, los “ya voy”,
los pendientes que nunca terminan.
¿Y en medio de todo eso, qué lugar tiene lo que queremos?
Ahí aparece el Club. Como un recordatorio. Como una excusa amorosa que podemos darle a los demás cuando no estamos listas para decir: es mi tiempo y me lo respetan. Como una invitación que no juzga si llegás con todo hecho o solo con las ganas.
A veces se teje mucho, otras poco.
A veces se charla, otras se escucha.
Pero lo importante es que está.
Ese espacio fijo que te das cada día, a tu ritmo, con tus horarios, donde el tiempo se vuelve suave. Donde no hay que explicar nada. Donde podés ser vos sin que nadie espere otra cosa.
Muchas veces me preguntan por qué insistimos tanto en el “tiempo para una misma”.
Como si fuera un lujo.
Pero en #lasauroras sabemos que es necesidad.
Que no tenerlo enferma, desgasta, nos aleja de quienes somos.
Por eso el Club no es solo aprender a hacer un chal o una manta.
Es crear un hábito.
Un momento ritual.
Un tejido que no se ve, pero se siente:
el que hacés con vos misma.
Y hacerlo en comunidad no solo lo vuelve posible.
Lo vuelve real.
Lo sostiene cuando flaqueás.
Te recuerda que no estás sola cuando sentís que no llegás.
Y lo celebra cuando lo lográs.
Tejer juntas es volver a confiar.
En nuestras manos.
En nuestro tiempo.
En nuestra capacidad de construir algo lindo, aunque sea de a poco.
Una vuelta, una fila, una reunión.
Así se arma también una vida más cerca de lo que deseamos.
El Club no es un curso.
Es un espacio sostenido.
Un fogón al que podés volver cada semana.
Un tejido vivo que creamos entre todas.
Y si estás leyendo esto con la duda de si tenés tiempo…
te digo: lo tenés. El tema es cuestionar en qué o en quién lo estás gastando.
Como hicimos todas.
Como hacemos, cada vez que elegimos tejer.
Cada vez que decidimos no dejar para después lo que sí podemos ahora:
un punto, un momento, una hora que sea solo tuya.
Y nuestra.
Te espero. Estamos tejiendo el invierno.
Y tejer juntas abriga distinto.
#lasauroras
✨