Tejer, leer, abrir la trama: entre el genocidio y la esperanza


El tejido, para mí, no es solo una práctica.
Es la trama desde la cual miro la realidad. Es mi refugio y mi trinchera.
En mi casa cuelga una guirnalda tejida que les compartí esta semana (tejida en el Club #lasauroras), símbolo de lo que celebro, de lo que intento resguardar, de lo que ofrezco hacia afuera. No es decoración inocente: es el recordatorio visible de que lo pequeño también es político.

Porque así es mi vida —y la de muchas—, todo entrelazado: el hogar, la palabra, el dolor por Gaza, el deseo de entender, de no callar, de hacer algo, aunque sea mínimo.
No separo lo íntimo de lo colectivo. Todo lo real se mezcla en mi trama y en la propuesta de #lasauroras. Esa es la trinchera que construyo y a la que invito.

Esta semana recomiendo un libro que me atraviesa de múltiples formas, hoy rescato estas líneas para pensar:
Jeanette Winterson, en ¿Para qué ser feliz cuando puedes ser normal?, redefine el sentido de hogar desde lo ontológico, lo afectivo, lo simbólico:

“…Para el refugiado…la ausencia de esta coordenada fundamental (el hogar) para ubicar el yo tiene unas consecuencias muy graves… El hogar es mucho más que un refugio; el hogar es nuestro centro de gravedad…”

Pero ¿cómo hablar de hogar cuando vemos su destrucción sistemática, a plena luz, en Gaza?
Abandonar el hogar —dice Winterson— “solo puede suceder porque hay un hogar que abandonar. El acto de abandonar nunca es una mera separación geográfica o espacial: es una separación emocional, desarraigo, refugio negado.”

Hoy, mientras tejía, mientras leía, me preguntaba:
¿Qué sentido tiene insistir en el abrigo cuando el sistema mundial tolera y hasta celebra la destrucción de hogares, la muerte de niñes, el genocidio televisado y estetizado?
¿Para qué tejer una sandía en público, para qué insistir en la trama, si hay infancias bajo bombas y ruinas?

¿Cómo hablar de hogar propio cuando hay hogares bombardeados, quemados, vaciados, cuando lo común es el exilio y el dolor?

Mark Fisher, leyendo el capitalismo como máquina de crueldad, lo señala sin rodeos: la violencia sistémica se normaliza, se estetiza, se vuelve fondo de pantalla.
Pero no podemos acostumbrarnos.
La crueldad, el genocidio —hoy en Gaza, pero no solo ahí—, nos interpelan de frente.

La respuesta, aunque dolorosa, es también el corazón de toda resistencia posible:
Tejer, leer, escribir y mirar de frente no son gestos inocentes.
Son formas de obstinación y de humanidad frente a un sistema (como lo explica Mark Fisher) que ha naturalizado la crueldad, el despojo, el exilio y la desmemoria.
“El capitalismo es mucho más que economía. Es una máquina de crueldad, de separación, de destrucción del vínculo, del sentido de lo común, del derecho a hogar.”
La crueldad no es un accidente, es la base. El genocidio en Gaza es su síntoma más obsceno, pero no el único.

Leer es trinchera.
Leer es abrir la trama para no tragarse el relato hegemónico.
Es buscar otras fuentes, escuchar otras voces, abrir la mente y el corazón a la complejidad del conflicto, a lo que no encaja en el guion prefabricado.
Leer para no callar.
Leer para reconocer al otre como legítimo, aunque esté lejos, aunque los medios digan otra cosa.

Tejer, entonces, es negarse a la indiferencia.
Es reunir y dar descanso de tanto trasiego, aunque sea por un rato, aunque sea un gesto mínimo.
Es construir hogar, aquí y ahora, para no perder la brújula en la tormenta.

Cuando tejás, cuando tejamos juntas, el gesto no será ingenuo ni superficial:
Será la afirmación de un derecho, el de todes, a tener un lugar, un orden, una historia, una trama. Una vida.
Tejer, leer y escribir también como pequeña ceremonia de resistencia, memoria y deseo de otro mundo posible.
Tejer para frenar, leer para abrir, escribir para no olvidar.
Todo se entrelaza.
Y, aunque parezca poco, punto por punto, palabra por palabra, nos defendemos de la crueldad y sostenemos la esperanza.

Como dice Refaat Alareer en If I Must Die:

«Y aquí estoy, viviendo, tejiendo, nombrando, porque el hogar vale no cuando callamos, sino cuando hablamos.
Mi hogar, tu hogar, los hogares destruidos en Gaza, todos están aquí dentro de mí, en este gesto de tejer, de palabra, de escucha.
Que nadie borre nuestra historia, que nadie calle nuestras guirnaldas, nuestros tejidos, nuestras voces…»


Por cada vida perdida, por cada voz acallada, tejamos memoria, tejamos resistencia.

Marian

#lasauroras

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