No sé ustedes, pero anda dando vueltas esa frase: “ya podemos ir brindando”. Y la verdad, ¿por qué no? Brindar ahora, aunque sea julio y el frío nos ponga en modo abrigo, es también reconocer lo que se sostuvo hasta acá. Hay que frenar, nuestra gran propuesta, y revisar un poco…. En mi caso empiezo por agradecer:
Agradezco la intensidad —ese fuego que mueve, que a veces abruma pero siempre empuja a crecer—, y agradezco haber aprendido algo más sobre cómo transitar tantas emociones, cómo dejar que me atraviesen, cómo convertirme en quien las integra sin miedo.
Sobre todo, agradezco ese impulso vital de evolucionar con cada una de ellas, aunque el proceso sea lento y, muchas veces, desafiante.
Hace unos días, revisé mis metas con Aurora. La mayoría no son de las que se tachan en una lista, sino de esas que acompañan toda la vida: orden —adentro y afuera—, calma, sostener el rumbo.
Me sorprendió ver que, en lo esencial, mucho de lo que deseaba para este año ya está en marcha. Por eso empiezo agradeciendo, brindando con lo vivido y con lo que todavía me espera.
Dos cosas enormes que cerré en estos días y fueron eje de la primer mitad del año: La formación en negocios concientes de 4 meses con la mejor mentora, intensos, de mucho trabajo, y de esos procesos que son un antes y un después en la vida. Y el primer cierre del ciclo Desmadejadas, nuestra priemr formación de 3 meses que es el amor y el bien hecho programa, ahí donde dejamos toda la experiencia, sabiduria y demases que hemos incorporado en tantas vidas ya vividas. Dos hitos para #lasauroras.
Lo logramos, y lo logré por haberlo planificado y tener ORDEN, esa palabra que suena a mandato, pero que en realidad es la base del eje, del rumbo propio. En casa lo practicamos de formas sencillas.
Hace unos días, Aurora se levantó sin planes y yo tenía mucho trabajo pendiente. Así que hicimos lo que mejor nos resulta: planificar. Ella armó su listita de actividades —ordenar la pieza, dibujar, almorzar, recortar letras, mirar una peli— y fue tachando cada una.
A la noche, cuando charlamos, me dijo: “no me aburrí en ningún momento”. Me quedó resonando: adelantarnos da calma, planificar da paz. Y así es para todas.
Como dice Jean Shinoda Bolen:
“Tener un eje es saber volver a una misma, aun cuando la tormenta afuera parece no parar.”
Esta mitad de año fue movida, llena de imprevistos. Pero, a nivel personal y familiar, tener cierto rumbo y estructura me permitió atravesar mejor lo inesperado.
No se trata de tener el control absoluto (imposible, ya lo sabemos), sino de contar con esas pequeñas herramientas que nos traen de vuelta a casa, a la calma, a la paz.
Les pregunté por historias y la palabra más repetida fue “calma”.
Eso buscamos todas, de una forma u otra.
A mí el orden me da rumbo, y el rumbo me da paz.
Conseguir las herramientas para sostenerlo lleva toda la vida, pero como dice Fromm,
“El arte de vivir requiere el mismo esfuerzo y dedicación que cualquier otra disciplina importante.”
La vida no es lineal, ni predecible. Aceptar eso, y aun así elegir el trabajo cotidiano de sostener lo que nos hace bien, de volver a planificar, de adaptarnos, es uno de los grandes aprendizajes de este año para mí.
Así que, aunque sea invierno, aunque haya más preguntas que respuestas, ya podemos ir brindando: por la calma, por el eje, por los vínculos y por esa paz que, aunque no dure todo el tiempo, sabemos cómo volver a buscar.
Brindo por vos, por nosotras, por la intensidad que mueve y la calma que sostiene.
Te leo siempre. Respondeme por mail, por las redes o por whatsapp,
Marian | #lasauroras